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LA HISTÒRIA

De ilusión también se vive, y yo soy la prueba viviente de ello​

Tengo cáncer con metástasis y he tenido que dejar a mi familia en Inglaterra para tener opciones de sobrevivir.

A pesar de esto, también tengo una ilusión que me ayuda y me da fuerza: decorar el mayor número posible de salas de quimioterapia para adultos, diseñadas por interioristas de renombre, sin coste económico para los hospitales. Y lo mejor, ya estamos decorando el primero.

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Hace  tres años me diagnosticaron un cáncer de colon con metástasis en los pulmones. En aquel momento yo era directiva en una multinacional de telecomunicaciones en Inglaterra, vivía con mi familia: mi marido escocés y mis hijos de 13 y 16 años. Teníamos una casa preciosa de estilo eduardiano con cortinones y acogedoras chimeneas que nos resguardaban del frío inglés y un amplio jardín del que disfrutábamos a la mínima que salía el sol.

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Al principio, la doctora inglesa me dio quimioterapia y después de cuatro duros y largos meses las metástasis de los pulmones habían desaparecido. “Esto está chupado, yo puedo con ello” pensé. Después me operaron para sacar el tumor principal del colon y el cirujano se mostró positivo con el resultado.

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Fui al siguiente control confiada que la operación había sido el final, pero el cáncer tenía otros planes. Me dijeron que las metástasis de los pulmones habían vuelto a aparecer y que como eran muchas no se podían operar, que las estadísticas no mentían y que no había nada que hacer. Ante mi insistencia me dijeron que me quedaban de uno a tres años de vida. Fue el segundo peor momento de mi vida.

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Al salir de la consulta le dije a mi marido que no tendría fuerzas para mantener el día a día con los niños, que no podría esconder ni disimular el dolor de no verlos crecer y pensar que tendrían que vivir sus vidas sin mí.

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El primer peor momento de mi vida fue al llegar a casa esa tarde. No podíamos protegerles de lo que se avecinaba y decidimos que lo mejor era ser sinceros y compartir con ellos lo que estaba pasando. Estábamos en la cocina, de pie y les dije que teníamos malas noticias. Les rompí su mundo, se derrumbaron y lloraron desconsolados abrazados a mí mientras se me partía el corazón por causarles tanto dolor.

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Eso noche no pudimos dormir de dolor, desconsuelo y rabia. Al día siguiente se fueron al colegio y mi marido al trabajar, necesitaban un poco de normalidad en sus vidas. Yo me quedé en casa desconsolada y preguntándome cómo ayudarles, cómo organizar su futuro y qué hacer con el final de mi vida.

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Una esperanza en la distancia

Unas buenas amigas me ofrecieron su ayuda para pedir segundas opiniones de expertos en España. Ahora vivo sola, en Sant Cugat, porque aquí todos los médicos me dijeron que no estaba todo perdido, que quedaba mucho por hacer.

El positivismo del doctor Lluís Cirera, Jefe de Oncología del Hospital Universitari MútuaTerrassa y especialista en mi cáncer, me cautivó y me convenció de que había opciones, aunque eso implicara instalarme en Sant Cugat para recibir tratamiento mientras mi familia se quedaba en Inglaterra.

 

Una idea en la butaca de quimioterapia

El tratamiento implicaba largas sesiones de quimioterapia, nunca agradables y muy aburridas. Llegué a pasarme nueve horas seguidas mirando a una pared blanca, triste y desnuda. Mi pasión por la decoración me llevaba a soñar cómo se podría transformar ese espacio para que fuera más agradable y acogedor que nos ayudara a imaginar que estábamos en otro lugar y a sobrellevar el dolor, miedo e incertidumbre.

Compartí tímidamente mi idea con mi amiga y socia en esta andadura, Natalia Roca, experta en decoración, y al instante se volcó en dar fuerza al proyecto con sus conocimientos y contactos.

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Ángeles en el camino

Los primeros en entender los beneficios de lograr un entorno más acogedor para los pacientes oncológicos del Hospital Universitario MútuaTerrassa fueron las personas que forman el equipo médico y directivo del mismo. Si conseguíamos los recursos necesarios, ¡podríamos hacerlo!

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¿Quién la decoraría?  ¿Con qué medios? Los ángeles existen. Solo tienes que invocarlos para que salgan en tu ayuda. Queríamos al mejor diseñador y Lázaro Rosa Violán accedió a nuestra petición. Necesitábamos una corporación que nos diese apoyo en la realización y HP puso en marcha su plan de acción. Y así han aparecido otros ángeles generosos y altruistas, que nos están ayudando para convertir en realidad lo que empezó como una utopía.

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Una ilusión que trasciende

Era mi sueño, y ahora es una realidad aún mayor de lo que había imaginado. Se intervendrá en todas las áreas utilizadas por los pacientes oncológicos: además de la sala de quimioterapia, también se decorarán la sala de espera de consultas externas, donde esperamos ansiosos a que el médico nos informe de resultados y evolución de la enfermedad, y la sala donde esperamos para hacer el tratamiento de quimioterapia.

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Gracias a todas aquellas personas y empresas que nos están acompañando en este proyecto la primera fase ya está completada y las esperas serán más amenas. Entre todos hemos convertido una sala fría y sin alma en un espacio más acogedor que ayude a hacer volar la imaginación.

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Porque el cáncer se sobrelleva mucho mejor si se abre la puerta de otro mundo al que escaparse, ni que sea solo con la fantasía. Viajar de la realidad a la ficción, ida y vuelta, ida y vuelta, como los trayectos que sigo emprendiendo desde Barcelona hacia Inglaterra, donde sigue viviendo mi familia.

 

Maya’s Illusion nace para hacer realidad un sueño personal que deseo compartir con todas las personas que sufren cáncer y necesitan hacer tratamiento de quimioterapia. Mi deseo es decorar tantas salas como hospitales públicos haya en este país y en el mundo entero con la ayuda de todo aquel que quiera sumarse a la iniciativa. 

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El cáncer no será el final.  Es sólo un nuevo principio. Juntos, decoremos el cáncer.

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